Luego de reconocer las impresiones que esta
publicidad nos deja, es inevitable pensar en cómo ciertamente nosotros, los
receptores, reconocemos este mensaje y lo naturalizamos como tantos otros, aunque
nos indignamos y denunciamos el machismo que en él se lee, admitimos esas
experiencias en el resto de los planos que nuestro juicio contempla. Esto se
debe a que lo que “la publicidad pone en
intercambio comunicativo son representaciones del mundo de los individuos
organizados socialmente e inclusive de los individuos aislados”[1]. Es indudable que este mensaje es dirigido
a una franja etarea relativamente joven, que contempla desde los 18 años, en
que uno está “legalmente habilitado” para beber alcohol y además se abre paso abiertamente a
la sexualidad, a los 25 / 30 años en que ese tipo de fantasías aún son
“socialmente aceptables” en términos generacionales, en determinados círculos
sociales a los que la publicidad apunta.
El
punto de inflexión no se encuentra en una experiencia sexual de cuatro personas
sino en la dualidad de sujeto/objeto de la mujer, dado que en esta publicidad deja de ser sujeto de la relación
sexual, para pasar a ser objeto al igual que la cerveza.
En
esta dirección Amparo Cadavid señala que es
importante para analizar este tipo de mensajes publicitarios, “mirar a la mujer más allá de sus
relaciones con el hombre para ubicarla dentro de un contexto más complejo: la
mujer dentro de la cultura de la cual forma parte.” [2] Ya que aquellas imágenes machistas y
tergiversadas que devienen de los medios masivos de comunicación, no son más
que representaciones sociales retomadas
de las prácticas culturales donde esas mismas imágenes toman cuerpo y adquieren
sentido. Estos mensajes, señala la autora, “son
recibidos, interpretados y utilizados por las personas como otros elementos de
la cultura dentro de la cual viven y la cual reproducen con su propia actividad
social”.
En
este punto radica el éxito de los mensajes publicitarios, que en tanto producto
de la cultura de masas, retoma las diferentes representaciones sociales y “recupera matrices, modos de percepción
popular y los desactiva, los deforma, los despolitiza, los descontextualiza,
los neutraliza (…)” En consecuencia
“Las masas populares invierten en esa cultura su deseo y de ella extraen
placer.”[3]
Sería
apropiado analizar el concepto de hegemonía de Gramsci entendiendo a la cultura
como su lugar de ejercicio, donde a través del consenso, un orden hegemónico
mantiene su estatus quo por medio de la reproducción de sus sentidos, en
principio, en los espacios de socialización primaria, luego en las diferentes
instituciones educativas, religiosas, a través de los medios de comunicación,
etc. Es ahí en la interacción con el otro, en que los sujetos construyen los
significados, se tipifica la realidad, se asignan roles a los diferentes
actores sociales, se define el lugar que el sujeto ocupará dentro del campo
cultural.
Desde
la perspectiva de la hegemonía de Gramsci “este
lugar subordinado no puede ser visto como producto de una relación
dominado-dominante sino a través del consenso que todo orden hegemónico
necesita para funcionar.” [4]
No puede haber dominación sin seducción del dominado.
Lo
que se quiere decir con esto es que si la mujer se refleja en las publicidades
como objeto y no sujeto de la relación sexual, es por que hay una coyuntura
cultural que admite, sostiene y reproduce ese reflejo garantizando el éxito de
la publicidad y legitimando ese discurso en sus propias prácticas culturales, a
pesar que en la superficie su revisión resulte nefasta y chocante.
En efecto
es interesante revisar algunos aportes hechos por Simone de Beauvoir con respecto a algunas representaciones sociales
que son sostenidas por ambos géneros y aún hoy mantienen su vigencia: “Si la mujer se ofrece con excesiva osadía,
el hombre se hurta: él pretende conquistar. De modo que la mujer solo puede
tomar haciéndose presa: es preciso que se convierta en una cosa pasiva, una
promesa de sumisión” [5]
Esto
es precisamente lo que percibimos al ver
la publicidad, una imagen burda y exagerada de una silueta femenina, pasiva,
domesticada, aparentemente, sumida al ritmo impuesto por tres hombres, sin
moverse demás, sin volcar el contenido del envase.
Y en relación a lo que las figuras masculinas
transmiten en la publicidad se condicen con la siguiente afirmación “A menudo, considera el hombre la cama como
el terreno donde debe afirmar su agresiva superioridad. Quiere tomar y no
recibir; no intercambiar sino maravillar. Trata de poseer a la mujer más allá
de lo que le da; exige que su consentimiento sea una derrota, y las palabras
que murmura, confesiones que el le arranca; si ella admite su placer, reconoce
su esclavitud”. [6]
Si
bien muchos pueden cuestionar la vigencia de dichas afirmaciones, publicidades
como la que se está analizando tienen la capacidad de simbolizar esas
representaciones que están latentes en la sociedad, y continuamente se están
retroalimentando, justamente por la acción de los medios, que como sostiene
Thompson “los medios no sólo contribuyen
a moldear la percepción, sino también las acciones e interacciones sociales,
las cuales se materializan y tienen su expresión en los comportamientos
individuales y colectivos.”[7]
“A
la mujer, para que realice su femineidad se le exige que se haga objeto y
presa, que renuncie a sus reivindicaciones de sujeto soberano”
“La
mujer necesita- al igual que el hombre- no solo satisfacer sus deseos físicos,
sino conocer la relación y la diversión que aportan las aventuras sexuales
felices (…) todavía existen medios en los cuales no le es concretamente
reconocida esa libertad; si hace uso de ella, se arriesga comprometer su
reputación”.
“Para
la mayor parte de las mujeres, como también para los hombres, no se trata sólo
de satisfacer sus deseos, sino de conservar su dignidad de seres humanos al
satisfacerlos”
“la mujer ha consentido en hacerse carne en la
turbación (…) es preciso estar groseramente ciega, o ser excepcionalmente
lúcida para sacar partido de semejante derrota”
[1] Texto de cátedra: Benedezú Raul, Comunicación publicitaria,
eficacia y lógica cultural, Lima, Revista Día-Logos de la comunicación N º 17,
FELAFACCS, 1990.
[2] “Mujer y publicidad: más allá de una imagen” Amparo Cadavid.
[3] “De la comunicación a la cultura” Jesús Martín Barbero
[4] Texto de cátedra: “Introducción a los estudios de género,
comunicación, cultura y poder”.
[5] “El segundo Sexo” Simone de Beauvoir.
[6] “El segundo Sexo” Simone de Beauvoir.
[7] “Representaciones sociales construidas por audiencias infantiles,
a partir del análisis de las mediaciones ejercidas por los medios y tecnologías
de comunicación” Maritza López de la Roche.
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